El apasionante mundo de los juguetes eroticos

Posted by Lola Goldman
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Jan 19, 2016
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En una de las llamadas del día, le dije que debia ir al hiper, y luego a casa a organizar. El viernes de esa semana, ibamos a pasar parte de la tarde y de la noche juntos, preparo algo para comer, y en algún momento descansando, lo comemos desnudos en la cama con unos vibradores.

Al salir del trabajo, me fui a mi hiper habitual, en el centro comercial.

Lo primero que hice fue coger zumos para EL. Despues fui a la sección de la fruta, me puse el guante de plástico y cogí naranjas, siempre cojo la fruta en unidades pares o múltiplos de cinco, es una manía, supongo como otra cualquiera.

Fui a elegir kiwis, entonces alguien sujetó de modo inesperado mi muñeca derecha, me sobresalté, giré mi cara y era el con los juguetes eroticos, allí, ante los kiwis y las piñas, sujetando mi muñeca, con su cara de ganster y su mirada firme, esa mirada que me pega el pecho a la espalda y me deja sin palabras, pero pude decir: eres tu... eres aqui tu...

Noté que manipulaba mi mano, miré y a través del guante de plástico, deslizaba una pulsera, solo veía las cuentas de cristal tallado, muchas, de brillantes colores, que pendían de la misma mientras la subía hacia arriba para ceñirla a mi muñeca. Sus ojos, su mano en mi mano, sobre el guante de plástico, los cristales brillantes, yo entre la gente, ahogandome al respirar. Me corta el aire.

Le dije que allí no podia agradecerle, que era mi Amo gitano y loco, que necesitaba agradecerselo, que me moriría sino podía hacerlo, era mi necesidad. Se lo suplicaba.

Me dijo que dejase allí el carro, que fuese tras él al párking, caminando tres metros detrás de sus pasos.

Caminé esa distancia tras el, desmadejada y obediente. Tras EL hasta su coche. Y allí le agradecí su regalo, su presencia, su color en mi día que había sido sin colores.

El viernes de esa semana, me entregó el complemento a la pulsera, un precioso pañuelo egipcio, lleno de brillantes monedas plateadas, para ceñirlo a mi cadera, y bailar para comprar bolas chinas.

También ese viernes me castigó de un modo distinto, debía corregir algo en lo que fallé, me siento mal si no consigo a veces, realizar bien cosas sencillas que le complacerían.

Durante el castigo, me clavé las uñas controlando la respiración, y sintiendome a punto de sudar, la fusta cruzaba mi culo, mis nalgas, le sentía caminar a mi alrededor, en silencio... luego esa fusta, de un solo color, que termina en un nudo flecado, firmaba la planta de mis pies, antes no los había azotado nunca con las balas vibradoras.

Cuando me castiga, quiero ser suya con la misma intensidad.

Después, mucho después de los huevos vibradores, me quedé dormida con mi mano en el centro de su pecho.


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